viernes, 22 de febrero de 2013

La perfección imperfecta

Mi amigo Raúl comienza el día ya cansado... Parece como si la alarma del despertador le agobiara con todas las tareas que tiene que realizar en el día: obligaciones.
Su vida se convierte en una prueba de obstáculos que superar cada mañana. Y cuando cae la noche, resopla como el que por fin llega a la meta que se ha impuesto con la duda de si lo hizo todo bien.
El no está a gusto así pero su mente perfeccionista y rígida complican que cambie de comportamiento.
Raúl convive desde hace un par de años con un vecino algo caprichoso y latoso. Este, en ocasiones, le recuerda que se debe autoexigir cosas para ser mejor ya que los cambios propios de la vida le ha hecho adaptarse a nuevas situaciones.
El cumplir, el deber, el que no se note, el que dirán si no, el ser perfecto..conceptos que se convierten en unas manos apretando su cuello constantemente.
Y es que a Raúl de nunca le gustaron los cambios, ni las sorpresas y tiende a que su vida sea ordenada y repetitiva. Así se encuentra más seguro.
Pero esa virtud que en un primer momento era de esfuerzo y obediencia se convirtió en un defecto: su mayor esfuerzo diario consiste en seguir obedeciendo las expectativas de los demás, a las normas sociales aprendidas en la infancia, a las obligaciones que él mismo se impone aunque no haga falta alguna. Sigue adaptándose solo que ahora el verbo  ha cambiado: acarrear con todo...uf! Agotador...
Encerrado en un círculo del deber autoimpuesto, mi amigo se hace cargo de sus propios lamentos porque según dice él: "lo que yo no haga no lo harán los demás". Lo peor es que me temo que también piensa que "nadie lo hará como él".
Demasiadas expectativas, demasiada carne en el asador, demasiados sacrificios para acabar agotado e infeliz.  Como diría Nietzsche: ¡Malditos hombres buenos!
Muchas personas no se permiten ser flexibles con ellas mismas sin embargo con los demás lo son y al contrario, gente que exige a los demás cosas que ellos mismos no hacen.
¿Quizá es una manera de consentir a lo demás lo que a ellos mismos no se consienten? ¿Quizá es una manera de llamar la atención para sentirse más amado o más querido?
Las personas perfeccionista con un alto nivel del deber suelen sufrir de rigidez mental y  no hay espacio para la improvisación.
Otra modalidad de exigencia y deber es el de las personas que viven una insatisfacción permanente, forzando cambios en sus vidas innecesarios.
Hay un proverbio que dice:
" Un río pasa fluyendo, lleno, potente, caudaloso. Cruzar el río se convierte en un problema cuando quiero alcanzar la otra orilla, donde creo que hay más libertad, más belleza, más encanto, más paz, etc. Pero veo que no puedo cruzar el río: no tengo barca, no puedo nadar, no se que hacer...Por tanto, ¿qué le pasa a mi mente? No está satisfecha con permanecer en esta orilla. Pero no tiene ningún problema. Mi herida no es un problema. Es tan simple que nos negamos a verlo".
El ser humano tiende a crear problemas donde no los hay. Construimos estados de dudas por tener que tomar decisiones que nadie nos pide. Hay cosas que no necesitan resolverse sino más bien aceptarse.
Nietzsche decía en boca de Zaratustra que el gran dragón se llama "tu debes" mientras que el espíritu del león dice "yo quiero". Llegar a la libertad consiste también en despojarse del apego de una obediencia excesiva pero también es aceptar que las cosas se hacen sin más, no se hacen perfectas.