jueves, 23 de julio de 2020

Dibujando me pierdo, escribiendo me encuentro.

En ocasiones daría cualquier cosa por evadirme, por esconderme en la oscuridad fluorescente y en sonrisas desproporcionadas para paliar alguna que otra realidad incandescente elevada a temperaturas de un primer verano sin ti. 
Irradio electromagnetismo mientras me pierdo en rojos y blancos, entre levedad y peligro o entre las sombras y el  viento de tus manos.
Dibujando me pierdo entre la multitud imaginada y las historias que me invento para que el dolor duela menos y tu arcoíris florezca aunque no llueva. Tu influencia de luz blanca siempre descompuso los colores de mi vida y así es como intento crearla, mantenerla y disfrutarla. Me gusta pintarte en un recuerdo lejano y escribirte en un olvido añil y cercano.

Así es como otras veces te formo en palabras y me encuentro desde mi raíz hasta mi tallo analizando las letras que conforman un sinfín de experiencias, de aciertos y errores aprendidos cuando mis emociones me susurran al oído con tinta de hilo y pluma de lino.
Y es que la escritura es terapia para los sentidos y una de las mejores formas de encontrarte contigo  misma, con las luces y las sombras de tu ser, con lo bonito y lo feo que una tiene. De ahí parte la aceptación y de manera evolutiva, la adaptación a nuevos tiempos, a cambios de una misma esencia, a versiones contrastadas y lanzadas al estrellato de la vida. 

Inicialmente me evado y me pierdo. La desinhibición dibuja la desconexión para dar una vuelta a un retiro de pinceladas, de coloraciones estacionales y de contrastes infinitos donde luego poder navegar y descubrir cada rincón desconocido de mi misma.
Por último me busco y me encuentro. Recupero el control y escribo la letra de mi poema de encuentros y desencuentros, me perdono los pecados de aprendizaje y me abrazo a la metamorfosis contratando la mudanza para una nueva armonía sin ti pero conmigo.

A veces, para poder encontrarme primero tengo que perderme. Ir a lo más lejano para poder encontrar lo más cercano. Los contrastes ilógicos suelen tener una conexión en su diferencia. Sin blanco no tengo colores, sin tristeza no descubro los momentos de felicidad y sin el error no hay enseñanza.

Ahora estoy floreciendo para poder recoger mis frutos en la lavanda de mis sueños.
Ahora estoy dibujando el escrito de mi encuentro.