sábado, 2 de noviembre de 2013

Menos mal

En la pérdida de la senda, me encontraste en medio de esa noche expectante, blanca y frágil, oscura y dura en mis facciones de dolor y ternura.

Pero muerta en la temporada que toca adversa, tu mirada vibraba en la proyección de ese instante que sin darme cuenta penetraste y dejaste en mi el deseo y el sonido de tu risa que incesante aparecía cuando más lo necesitaba.

Menos mal que por esos huecos buscados en este mundo sin tiempo, ese reloj se paraba y se congelaba en el ardor de mil escenas compenetradas sin palabras y las miradas verborreicas no paraban de salir de tus labios.

Hoy estuve y despertaron mis ganas porque después de tanta lluvia, el sol llegó a mi ventana para que floreciera esa semilla latente de lo que siento y no entiendo pero que impacta en mi como un golpe sin sentido.

Menos mal que en la entrega, sin darme cuenta, me besas en el abrazo de ese lado amarrados en una locura razonable, para luego yo entregarme porque quiero descansar en tu espacio incesante de tu mar.

Y entre preguntas y sábanas, me contestaste a la quimera de ese segundo de dudas que nos esperaría fuera, cuando todo se acabe y comience el estresante ritmo que nos imponen más allá de nuestra esfera recién creada.

Menos mal que me encontraste para luego detenerme y comprobar lo que me estaba dejando atrás por la gran velocidad de no querer sentir y si siento así es porque la conexión de nuestras manos fusionan las emociones en un lazo de explosión sin medidas.

Te he mirado sin miedo y me he encontrado de nuevo porque sueño en tu pecho, en el calor de tu puerto, cogida a tu cintura con soltura suelto un pensamiento, de esos que te gustan discutir sin lamentos, enredándonos navego en tu barquito velero.

Menos mal que mi destino se cruzo con el tuyo y fuimos anestesia para el alma. Menos mal que estás en mi, menos mal que me trajiste la calma en mi cama y la guerra activada de mis sentidos por vivir...