jueves, 4 de abril de 2013

Una crisis existencial



A mis treinta y ocho años de edad, observo como hay personas que entran en la denominada crisis de los cuarenta, lo que Erikson llamó la crisis de la mediana edad y es entonces cuando sorprendidos se preguntan "¿qué estoy haciendo aquí?". Se comienza a analizar si los logros personales, profesionales y sociales satisfacen a uno.
Inconscientemente se reorganiza y se reestructura la identidad de la persona, se le da más importancia a la imagen corporal(canas, entradas, arrugas, unos kilos de más, etc.), se redefine las relaciones familiares, con la pareja, los hijos si se tienen y la evaluación de los planes que se proyectaron desde la adolescencia.

Te auto instruyes diciéndote lo poco que queda por vivir cuestionándote acerca de lo que se ha hecho y todo aquello que queda por hacer.
Sobre todo los hombres más que las mujeres necesitan reafirmarse, sentirse imprescindibles, sea profesionalmente o personalmente y claro, es cuando las mujeres caemos en la cuenta que la vida no es como soñábamos en la adolescencia.
 
¿Es por todo esto que aumentan las separaciones y divorcios en esta etapa de la vida? ¿Qué pasa con esos proyectos paralelos que por falta de comunicación, aburrimiento, por la rutina diaria y las insatisfacciones sexuales y emocionales se transforma en caminos individuales bifurcados?
 
Lo que no terminamos de comprender es que cualquier crisis brinda nuevas posibilidades de madurez y desarrollo. Pero quizá es más sencillo caer en la desilusión, en la desidia, en la falta de interés de superar un bache junto con la persona que se tiene al lado y que ha aportado muchas cosas positivas. Por desgracia caemos en la distorsión de quedarnos con la pequeña parte negativa.
 
Aquí entramos los psicólogos, intentando resolver mediante recursos propios del área a tratar, conflictos, crisis existenciales o cualquier tipo de problemática en este sentido.
En ocasiones pensamos que esos cambios generados en esta etapa  es porque tenemos muy claro lo que queremos, con quien lo queremos y cómo lo queremos pero no siempre se acierta y entramos en una espiral de comportamientos impropios de uno y un retroceso hacia ese punto de partida, esa adolescencia donde se comenzaba a definir todas estas cuestiones.
 
¿Por qué se tiene tanto pudor en ir a estos profesionales? Algunos piensan que son personas que nos están dando consejos continuamente y diciendo lo que tenemos que hacer. Pensar esto es un error ya que los psicólogos analizan una situación, revisan los recursos que se tienen, ven las actividades que se han hecho para solventar la situación y muestran tras el razonamiento de la propia persona, las alternativas más adecuadas para solucionar un problema. Un problema con distintas alternativas pero sólo una adecuada para ti: encontrarse, madurar y evolucionar con la base de lo que hemos sido, somos y seremos.
Hay personas que convierten un pequeño bache en un problema grave, otras por una especie de inquietud deciden cambiar sus vidas, algunas veces a mejor y otras a peor y algunas se miden consigo mismas y con su futuro.
 
En conclusión, hay que crecer pero sin perder el norte( las convicciones, las virtudes y los valores humanos de uno que tanta seguridad aportan a la hora de actuar, desgraciadamente puede recaer en actitudes materialistas que llevan a ver la vida desde otro enfoque), sin dar por terminados los objetivos de pareja cuando es posible que quede mucho más por descubrir, no considerando que las tareas familiares son una carga y excesos de responsabilidades difíciles de sobrellevar, aceptando los cambios físicos propios de la edad y que la desilusión con uno mismo no se refleje en el otro haciéndole culpable del fracaso de sus proyectos.
 
"Dedicado a esas personas que son en parte lo que son gracias a todas esas grandes cosas que un día compartieron con sus parejas. Por lo que fuiste, eres y serás, pienso que lo mejor es guardar la mejor parte de ti en el recuerdo..."
 
 
 

martes, 2 de abril de 2013

Restos de Abril

Abril...

Caen lágrimas y se abren tus margaritas,
la ventana de la primavera libera nuevos vientos
hacia la espuma de Afrodita
en lluvia de mil lamentos.

Este mes tiene treinta días
y treinta días tengo para olvidarte,
arrastrarte hacia el olvido de la indiferencia,
cerrar los ojos sin dolor y mirarte.

En esto consiste mi libertad,
no renunciar a dejarte volar,
volar hacia la felicidad
de ese sueño que tuviste al despertar.

Mientras, yo sigo desorientada,
congelada en esos lazos
invisibles de una cadena atada
al compromiso de marzo.

Te olvidaste
que tienes que recogerme,
pues yo sigo en Marte
sin poder moverme.

Abril quiere hablar sin tiempo
pero las prisas aceleran en mayo
para callar mi lengua y mi cuerpo,
para que el silencio cure tu daño.

Abril desea alcanzar tu alma
pero al otro lado de nuestro río
la distancia es cada vez  más larga
y la hostilidad marca el desafío.

Te olvidaste
que tu abril me ha venido grande
pues yo sigo en Marte
anclada en el planeta de sangre.

Te olvidaste
que mi abril es diminuto,
pues tú no me invitaste
al funeral de este amor de luto.

Abril...llévate esta absurda verdad
lejos, hasta el pasado infinito
cerca de tu frialdad
congelando mi triste grito.