Desde el balcón de miradores y sueños,
un pueblo asoma pequeño
en el grandioso valle del Tietar,dibujado en la mirada de un poeta.
Infinita naturaleza y cultura,
fuentes y pinares con altura,
que me empujan a dislumbrar
aires de esperanza y paz.
En la Garganta de la Eliza,
un tesoro turquesa se desliza
entre sombra de agua fresca,
y vuelos en ala delta.
La chorrera acuna
mis pupilas de luna
en las noches de verano,
mientras me acaricias la mano.
Emisoras de carcajadas
en forma de mar y anónimas miradas,
baibenes de fugaces estrellas
guiando nuestra senda.
Píntame en letra
con el pincel de mi coleta,
para lanzarme el dardo
que señale en el mapa a Pedro Bernardo.