viernes, 14 de diciembre de 2012

El diván de la luna

No tienes que prometerme grandes cosas… me bastaría si sólo te sentaras conmigo un rato y me ofrecieras pequeñas historias.
Cuéntame...háblame de lo que te importa realmente que yo estoy detrás de ti, en el diván de tu luna creciente.
 
Cierra los ojos y se tú mismo. Deja fluir esas percepciones que tienes de tu mundo y vamos hacerlas presentes para que te des cuenta de cómo son realmente.
Mueve tus labios que yo te enseñaré a nombrar sentimientos enquistados en el tiempo, en esas noches tan duras y tan frías que dejan bloques de hielo en el alma.
Te ayudaré a derretirlos si te vas dando cuenta de las emociones que te acontecen en el día y las escupes. Al principio cuesta pero después te dejan más tranquilo, más limpio para llenarte de sabiduría.
 
¿Sabes? He conseguido una máquina que filtra los rastrojos negativos de tu corazón. Si, me he dado cuenta que están muy contaminados y solo necesitan que lo canalicemos hacia lo real y lo que te hace bien, lo más adecuado para ti en estos momentos.
Pero yo sola no puedo, necesito tu voluntad, tu querer, tu poder. Esas ganas de quererte para luego querer a lo demás, esa lucha por vivir y no sobrevivir, esa esperanza de volver a la otra orilla dejando atrás tierra pasada.

Ahora levántate de tu luna y sal a comerte la noche. Su luz te guiará en los senderos más oscuros, estés donde estés. Estás preparado para sentir la vida con sus dos caras, para enfrentarte a las adversidades y sus puñales de dolor y a los hermosos momentos de algodón que hay entremedias de todo esto.

Porque así serás verdadero y partirás feliz con tu mochila de viajero incansable. La luna te sonríe.

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